16 de enero de 2010

La imagen del Dios intervencionista

El sacerdote Jesuita Santiago de la Fuente escribió un interesante artículo sobre el papel de Dios en la reciente tragedia ocurrida en el país vecino, Haití, el cual me ha hecho llegar a mi correo para que lo compartiera con todas las personas que siguen este blog. La gente se ha preguntado por qué Dios ha permitido algo semejante a un pueblo que ha sufrido tantas desgracias, afirmando, algunos, que ellos tienen un pacto con el diablo. En vista de esto se hace necesario saber la manera en la que Dios actúa y hasta dónde está la actuación Divina y dónde la humana.

TODO ES VOLUNTAD DE DIOS
Hay una imagen muy extendida de Dios entre los creyen-tes, la de un dios intervencionista, que dirige todo. Todo lo que ocurre en el mundo lo ha querido Dios, da lo mismo que sea un cáncer o la lotería, suerte o desgracia. Dios lo ha querido.

«Dios lo ha querido» suena a una frase piadosa, pero en rea-lidad es una expresion muy mala y peligrosa.
Lleva consigo una imagen inaceptable, impresentable de Dios. Se le achaca todo lo que sucede en el mundo, y así él es el responsable último de todas las cosas buenas y de las atrocida-des que pasan en este universo mundo.
En esta imagen está en juego una serie de aspectos muy importantes de la vida de los creyentes, y el honor de Dios.
La “providencia de Dios”, como Dios se hace presente en este mundo, es un tema im¬portantísimo.
En ella se juega una imagen adulta, seria y presentable de Dios hoy, o mantener una concepción infantil y pésima de Dios.

1. EL MAL PROVINDECIALISMO
El mal providencialismo achaca a Dios todo lo que sucede. Y en su apoyo se cita de forma literal, sin referencia al con¬tex-to: «Hasta los pelos de vuestra cabeza estan contados» (Lc 12, 7).
Su conclusión “natural” parece ser que nada sucede sin que Dios lo permita. Todo lo que pasa en nuestra vida y el mundo es «porque Dios lo quiere».
Hay muchas expresiones en nuestra vida diaria que trans-miten esta idea de un Dios que lo go¬bierna y dirige todo.
La gente religiosa acostumbra a decir «hasta mañana, si Dios quiere».
Es fre¬cuente señalar detrás de los planes o visitas proyecta-das un D.M. («Dios mediante»). Se expresa, sin duda, el reco-noci-miento de nuestra no disponibili¬dad respecto a nuestra vida. Y, en el fondo, se desliza una imagen de Dios como el poseedor y dueño de todas las vidas. Y, como el que «dispone», de ellas.
«Si Dios quiere». Si Dios lo quiere o dispone así, y no que yo me habré muerto o estaré pos¬trado con una grave enferme-dad….

Lo que suena a piadoso reconocimiento de Dios no limpia la imagen de dependencia y ar¬bitrariedad. La sombra amenazado-ra y arbitraria -«en sus ocultos designios»- planea sobre nues-tras vidas como un ave de presa, o carroñera.
Detras de mi situación futura está la figura incierta, cuando no claramente amenazadora, del querer de Dios
A veces, el recurso a la Providencia tiene aplicacio¬nes entre tragicómicas y perversas. Por ejemplo, cuando se aplica a suce-sos de los que hemos salido ilesos por la «Provi¬dencia divina». Íbamos a tomar un avión o un autobús que posteriormente sufrió un accidente. El atraso, las dificulta¬des para llegar pun-tual al avión o al bus se trans¬forman en «señales» de la provi-dencia divina, que me salvó.
Y no se dice nada de la «providencia divina» con los dos-cientos o treinta y tan¬tos muertos de dicho accidente. También con estos tuvo «providencia» el Señor...
La apelacion “piadosa” a la providencia presenta una faz pe-ligrosa de injusta arbitrariedad, o legitimación de una situaci-ón social cuando se atribuye a Dios la buena o mala situacion social. El que uno nazca entre sedas y otros en el arroyo.

Lo que ha sido fruto de los avatares de la vida, del trabajo, del ahorro o de la explotación, se trans¬forma en «providencia» benevolente para los bien situados y en castigo o «prueba» para los otros.
Algo no funciona en esta imagen de Dios que traduce su modo de presencia en el mundo. ¿Así actúa o se hace presente Dios en el mundo? ¿No resulta una imagen muy arbitraria e inaceptable de Dios?
Tambien aquí, sospechamos, hay una imagen profanada o mutilada de Dios, que tendremos que quitarle el polvo y po-nerla en pie con cuidado, que diría M. Buber.

UN MODO PELIGROSO DE ENTENDER LA PRESENCIA DE DIOS EN EL MUNDO

A través de lo ya sugerido nos encontramos ante un modo de entender la presencia de Dios en el mundo. Se está afirmando que Dios actúa en el mundo de forma directa, universal y to-tal. Nada se escapa a su control
Lo que lleva al fatalismo. Si todo sucede porque Dios quie-re, todo está de algún modo determi¬nado y preordenado por él, y desembocamos en un deter¬minismo divino.
Hay un destino. Y no sólo las fechas de la vida y de la muerte están ya fijadas con antelacion, sino que los su¬cesos de la vida aparecen como «queridos», programa¬dos por Dios. Ha-gas lo que hagas, no te escapas de esa red que te han tendido, en este caso Dios. Estamos ante un mundo programado, dirigido y deter¬minado por Dios.

Y no es de extrañar que, cuando muere el hijo de alguien en un accidente, se tenga la impresion de que Dios se lo quitó. Algunos lo dicen expresamente y, lejos de respon¬der con resig-nada aceptacion, a lo Job («Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios»), hay una rebelión -tambien a lo Job- y una sensación de gran injusticia.
El fatalismo educa en la resignación. Si el niño que tiene una disentería se muere porque «Dios se lo ha llevado», y no por¬que no tuvo la alimentación o las condiciones higienicas adecuadas, o porque no se le dieron las medicinas a tiempo, entonces, al fi-nal, todos quedamos tranquilos.
Lo que frecuentemente pudiera traducirse en una visión de las causas sociales, económicas y políticas de una situación de malnutrición, falta de higiene y medios eco¬nómicos, de muerte, se transforma en un velo que impide ver tales realidades.
Y lo que es peor, las encubre, y se acepta como «voluntad de Dios».

DIOS SE CONVIERTE ASÍ EN UN RECURSO DE ENCUBRIMIENTO Y LEGITIMACIÓN

Dios se convierte así en un recurso de encubrimiento y le-gitimación de una realidad que pide a gritos ser cambiada.
En lugar de trabajar y luchar por cambiar esta situación so¬cial, esta forma de entender a Dios se con¬vierte en una tapadera de la situación. K. Marx tenia razón cuando decia, en estos ca-sos, que la religión era una suerte de narcótico, un «opio del pueblo», una niebla ideológica que cubría y encubría la reali-dad.

Una religión de este estilo, con esta imagen de Dios de fon-do domestica a la gente. No se tienen que justificar las situacio-nes de desigualdad e injusticia, porque «Dios asi lo quiere». Se las legitima religiosamente.
Y si se añade, que los gobernantes lo son «por la gracia de Dios», tenemos ya el círculo de la jus¬tificación perfectamente cerrado. Esta religión es un con¬suelo barato para aceptar resig-nadamente las cosas tal como están.
¿Realmente esta imagen de Dios y esta clase de religión es la del Evangelio? ¿Predicó Jesus esta religión? ¿Presentó Jesús esta imagen de Dios?

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