3 de diciembre de 2009

¿Eliges ser feliz o infeliz?

Santo Tomás de Aquino plantea en la primera vía para la demostración de la existencia de Dios que “es evidente y consta a los sentidos que en el mundo hay cosas que se mueven”. Siguiendo este planteamiento me oso en afirmar que es evidente y consta a los sentidos que en el mundo hay personas que son infelices. A raíz de todo esto surge una cuestión: ¿Por qué existe esa divergencia de personas felices e infelices? Mi modo de entender, todo el mundo debería ser feliz –utopía de la vida-, porque Quien nos creó lo hizo con esa finalidad. Si nos fijamos en el inicio de la historia, Dios crea al hombre y lo ubica en un jardín donde éste no tenía que preocuparse por absolutamente nada. El hombre vivía feliz, más aun cuando tuvo a la mujer a su lado. De manera que, la persona mientras menos cosas le molesten, más feliz es. Una pregunta surge a colación ¿Por qué la persona es infeliz? Respecto a esto, San Agustín, al momento de reflexionar acerca del misterio de iniquidad, planteaba que el hombre vive una lucha antagónica entre dos amores: el amor a Dios que lo lleva al desprecio de sí mismo; y el amor a sí mismo que lo lleva al desprecio de Dios. Introduciendo ese planteamiento de Agustí a esta reflexión, podríamos decir que las personas son infelices cuando optan por el segundo amor. De modo que, a medida que las personas buscan la manera de ser autosuficientes hasta llegar al punto de creer no necesitar de Dios, sus vidas se tornan cada vez más vacías. Hay que tener en cuenta que no existe felicidad plena, por el simple hecho de que el hombre (la persona) es un ser insatisfecho, inacabado, por lo que, para que éste alcance tal estado de felicidad tiene, necesariamente, que descansar en Aquél que lo creó. En palabras de San Agustín, “nos hiciste, Señor, para ti y nuestra alma estará inquieta hasta que descanse en ti”. Salvaguardando situaciones, está claro que las personas luchan por ser felices, de tal manera que buscarán siempre hacer las cosas bien. No obstante, el querer hacer todo bien para sentirse felices, en determinadas ocasiones induce a que sus conciencias adopten un nivel muy bajo de razonamiento moral y a la larga terminan sintiéndose mal y por lo tanto infelices. La infelicidad es algo que, por naturaleza, no nos corresponde, más bien es un estado que aparece cuando la felicidad se ausenta. Parafraseando a San Agustín, la infelicidad es una ausencia de felicidad que un determinado ser debería tener, es una carencia. De manera que, las personas debería buscar la forma de permanecer en su estado natural: la felicidad. Existen dos formas para llegar a ella: la actitud y la decisión. Recuerdo las motivadoras palabras que el fenecido padre Mateo Andrés nos dirigía a sus alumnos de filosofía en el Seminario Santo Tomás de Aquino. Él nos decía que todo lo que nosotros hacemos puede ser una cuna donde cada día aprendemos algo nuevo o una tumba donde nos sepultamos vivos. Sólo es cuestión de actitud y decisión. Tú decides si la carrera que estudias, tu amistad, tu noviazgo, tu matrimonio, etc., se convierta en una cuna o en una tumba. Conozco a mucha gente que se han sepultado vivas por no querer sentirse sola; por no saber dejar un trabajo a tiempo; por no dejar a la pareja que no aman; por no tener actitud ni decisión. Es hora de convertir en cuna toda tu vida, dejando atrás todo lo que te oprime, ¿Por qué optar por la infelicidad si con tu esfuerzo puedes ser feliz? Tú puedes ser feliz.

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