8 de mayo de 2009

Los hijos valen mucho




Caída la noche de un día cualquiera, me senté en un banco de nuestro parque municipal para poner en claro ciertas ideas que divagaban por mi mente. Mientras ponía mis pensamientos en su lugar, a mi alrededor cruceteaban algunos niños mal vestidos y descalzos. Jugaban alegres, como si nada les importara, mas que estar en el parque lejos de sus casas. Mientras los observaba jugar, me preguntaba ¿Dónde estarán los padres de esos niños? No pude evitar sentir lástima por aquellos infantes, pues, en su alegría noté un gran vacío; vacío que no era precisamente espiritual, era un vacío existencial. Me pregunté si habían comido algo aquellos chiquillos. Porque a lo mejor jugaban en el parque para aligerar el vacío en sus estómagos. Recordé mis tiempos cuando era un niño. Jugaba con mis amiguitos, pero siempre cerca de casa y a cierta hora tenía que reportarme al “cuartel” para evitarme una pela con el chucho del viejo. El día que no me reportaba por estar jugando con mis amiguitos, la vieja salía en mi búsqueda para llevarme a la casa. Me sentía protegido por mis padres, aunque anhelaba poder quedarme jugando con mis amiguitos. ¡No puede haber mucha diferencia entre aquellos chiquillos y yo cuando lo fui! ¿A caso los padres de ellos estaban tan ocupados en sus asuntos que no tenían tiempo para saber dónde andan sus hijos y con quién? Según la psicología, el desarrollo humano comprende varias etapas, y entre ellas está la niñez o infancia. Aquí el niño necesita protección, amor, cuidado, alimentación sana, una figura con quien identificarse… En esta etapa se la lo fálico que, según Sigmund Freud, ayuda a que el o la niña se identifique con el padre o la madre. En el caso del niño, éste se sufre lo que él llama el complejo de Edipo, esto es, que él se enamora de la madre y la siente como su pertenencia sola de él; pero por miedo a perder al papá, termina identificándose con éste. Por el lado de la niña, se da el complejo de Elektra, esto consiste en que la niña se enamora del papá, pero por miedo a perder a la mamá, termina identificándose con ésta. Recayendo de nuevo en los niños que vi en el parque, me pregunto ¿Con quién se identificarían ellos, si pasan más tiempo en las calles que en sus casas? Los niños hacen lo que ven hacer al adulto, por lo que se hace necesario que estos se eduquen en un hogar, en una familia, donde haya tanto la figura paterna como la materna. El mejor ejemplo sólo se lo pueden dar sus padres. Termino mi reflexión diciendo que si usted tiene hijos, ámelos, cuídelos, valórelos, que ellos sabrán agradecerle el gesto. Y si aun no los tiene, pero que piensa tenerlos, por favor lea esto.

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