1 de diciembre de 2015

Nunc Domini


Siempre se ha dicho que los inicios son difíciles, tanto que es evidente y consta por el testimonio de los sentidos. A medida que crecen las responsabilidades en el quehacer diario, aumentan casi a la par, las preocupaciones y el desasosiego. Uno se da cuenta que los bríos de los estudios y la preparación, van descendiendo paulatinamente, hasta llegar al punto de querer rendirse. Pero rendirse nunca será la mejor opción. Mantener siempre el paso, es la opción. No podemos darnos el lujo de abandonar los proyectos de toda una vida de sacrificios, solo por el mal manejo de una emoción. 

Cuando era niño, vivía sin ninguna preocupación, salvo la de qué iba a comer en el día. Para ello siempre había una mata de mangos que trepar, o una de coco. Las preocupaciones las resolvía trepando de una mata o cortando una caña. Hoy en día las cosas son de otro planeta, pues, entre la gente lo menos que existe es el deseo de ayudar a que los demás salgan de aquello que les agobia. 

Hace unos días una de mis sobrinas me dijo que la tristeza es el preámbulo de la alegría. Me parecieron sabias palabras, pero diferí totalmente de ellas. ¿Mi motivo? Me suena a mezquindad el tener que pasar por un momento doloroso antes de experimentar la felicidad. Ser feliz no es una opción, es una obligación, que hasta los animales entienden. ¿El ser feliz equivale a tener un buen inicio? Pues, sí. Se es feliz cuando sabes exactamente cual camino deseas coger. Si empiezas mal, terminas mal: eso dicen los mayores.

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