Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos
Al empezar a leer esta bienaventuranza, en seguida llegó a mi mente la imagen de algún mendigo en nuestras calles, es que, de pobreza está lleno nuestro país, y no precisamente de pobreza material, sino más bien de pobreza espíritual.
Ser pobre de espíritu es dejar morir nuestro yo-ego y dejar que surja el sentido común; ser pobres de espíritu es tener el corazón abierto a los proyectos de Dios para nuestras vidas; ser pobres de espíritu es ver en nuestro prójimo la presencia de Dios.
Ser pobre de espíritu es aceptar que somo débiles e indefensos; ser pobres de espíritu es clamar por ayuda cuando estemos decaído; ser pobre de espíritu es dar gracias por favores recibidos; ser pobre de espíritu es estar de rodillas ante Dios para permanecer de pies ante los hombres.
La pobreza de espíritu denota humildad y sencillez en nuestro proceder. Debemos ver a Dios en todo lo que hacemos. Porque, según San Agustín, "Aqel que te hizo sin ti no puede salvarte sin ti".
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