31 de marzo de 2008

Canción de un pueblerino

Si vas a Tamayo, amigo,
Llévale de mí contigo,
Un beso amoroso al parque.
Dile que estoy de su parte
En su lucha contra el tiempo,

Dile que guarde silencio
De las épocas pasadas
Y que le cuente a lo s niños
Por qué florecen las ramas
De los árboles que un día
Mientras sus sombras miraba
Dijeronme alegremente
Que las mañanas mojadas
Le daban pan a su vida,
Daban vida pedían nada.

Recuérdale al hombre aquel
Que pasa cada momento
Queriendo “matar al tiempo”
Que el tiempo lo mata a él.
Dile que en su pensamiento
Su mundo de fantasía
Aunque pasen diez mil días
No le dará su sustento
Y que el sol saldrá contento,
Que aunque lo vea sollozar
Nunca le podrá llevar
Solución a su tormento,
Pues para ganar la vida
Es preciso trabajar
Y dejarle de contar
Todas las penas al viento.

Saluda a los de mi casa.
Diles que mi pensamiento
Los recuerda cada día;
Que ni aun la lejanía
Es un obstáculo fuerte
Para que la mente mía
Se encuentre a veces presente
Rebuscando en el pasado
Cosas que se han olvidado,
O jugando a los vaqueros
Con mis juguetes primeros,
O quizás quitando un velo
En mis páginas de antaño
Recordándome las cosas
Que se olvidan con los años,
O tal vez se va mi mente
A mirar correr el río
Y sentir como a su frente
Disipando su tristeza,
Descubriendo su alegría,
Llevándose a la maleza
Su callada rebeldía,
Pues tiene ganas mi mente
De mojarse con su lluvia,
De tomar en las “rigolas”
Cuando el agua “baja” turbia,
Y de volar mi “chichigua”,
Irse de pesca o de casa
Y hacer muchas otras cosas
Que me prohibieron en casa
Como tocar mi guitarra
Durante Semana Santa
O coger las uvas parras
Que colgaban de las matas.
Diles que la lejanía
No es un obstáculo fuerte
Para que la mente mía
Se encuentre a veces presente.

Saluda también, amigo,
Los conucos de mi abuela
Que son como centinelas
Siempre vigilando el pueblo
Y que tú, amigo, no sabes,
Que en vez de amores, de cierto,
Fueron mis odios primeros.
Pídeles que me perdonen,
Pues fueron odios de infante
Que sentí porque eran fuete
De trabajo fatigante
Y porque sentí la espada
Del sol en la espalda mía
Bebiendo el agua y la sal
Que de mi cuerpo salía.
Pídeles que me perdone,
Que eran sus dádivas buenas,
Pues no les oí una queja
Ni un clamor de descontento
Ni jamás la voz de un surco
Nos cantó un triste lamento,
Aunque había que herir la tierra
Para que diera sustento.

Saluda también al río,
Que sigue su maratón
A veces enloquecido
Sin saber su dirección,
Otras veces cariñoso,
Dándole un beso a la orilla,
Beso de agua y de arcilla,
Mezcla de lodo y amor
Y dile que los del pueblo
Le están muy agradecidos
Olvidando las andadas
De sus años juveniles,
Porque lleva agua al sediento
Y moja la tierra a miles
Y hoy cansado, desde lejos,
Triste va casi vacío:
Es que ya el río está viejo,
Es que está viejo el río.

Saluda la “calle siete”,
La que besa el “rigolón”.
Dile que espere paciente
Y que la marginación
Que comienza con su nombre
Y que moja el “rigorón”
No vivirá para siempre,
Que el poste de luz del frente
De la calle Libertad
No rezará “calle siete”,
Con ese tono burlón,
Sino el nombre de un valiente
De alguna revolución,
Porque ella se lo merece,
Calle siete, calle pobre,
Calle que sabe del hambre
Todos los agrios sabores,
Calle en que deja la lluvia
Sus huellas de fango y lodo
Y donde se verifica
Que el sol sale para todos,
Y que brilla para pocos.

Saludos para la noche
Que duerme siempre acostada
En el campo, y en el pueblo
Con el parque de almohada
Y con sus grandes orejas
Descansando en la glorieta,
Como escuchando las viejas
Melodías de las retretas
Que reposan silenciosas
En cada rincón del parque,
Recordándole las cosas
Del domingo por la tarde.

Saludos para la noche
Y dile que no hay como ella,
Con sus eternos derroches
De esplendores y de estrellas,
Dile que cuando ella duerme
Se duermen las ilusiones
Y trabaja el subconsciente
Alimentando ambiciones,
Que en la calle siete el sueño
Pesadilla es cotidiana,
Pues no tiene el dinero
Para el pan en la mañana.

Dale un beso a todo el pueblo,
Pregúntale qué hay de nuevo,
Y si te contesta nada,
Dile que una madrugada
Cuando lo alumbre la luna
Iré yo con mi guitarra
Y con el canto de cuna
Que susurraba mi madre
Voy a quebrar su silencio
Y bajo su cielo inmenso
Llenaré cada rincón
Con una nueva canción
Y dile que ya habrá tiempo
De desahogarse conmigo,
Esto es, si vas a mi pueblo,
Si vas a mi pueblo amigo.

Autor: Cheo Zorrilla

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