El frío envolvía la montaña al caer la tarde;
los árboles serenos movían sus hojas lentamente
al ritmo de la brisa fresca que venía de occidente;
las diminutas gotas de lluvia que paulatinamente
caían sobre las hojas secas, que yacían en el suelo,
formaban una melodía perfectamente combinada
con el tenue cantar de los pajarillos
pululantes de frío...
Era la melodía de Dios... dulce, serena, fresca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario