17 de enero de 2012

Incoherencia



En una ocasión, en tiempos del ciclón George, tuve en mis manos una lata de guandul. Después que las aguas del río Yaque del Sur habían dado tregua al pueblo de Tamayo, el hambre era más abundante y desesperante. Aquella lata de guandul, la había sacado de una canasta que, entre forcejeos y empujones, conseguí en uno de los camiones del gobierno que nos repartía alimentos. En la etiqueta de la lata, el guandul se veía delicioso. Cocinado con leche de coco, le hacía ideal para saciar el hambre que tenía en aquel momento.

Tomé un filoso cuchillo y procedí a abrir la lata de guandul. Diestro en el arte de abrir latas de ese tipo, no me resultó difícil completar la hazaña. Una vez echada a un lado la tapa de la lata, me llevé tremenda sorpresa: lo contenido en el embase no era guandul, sino habichuelas.

Decir una cosa y hacer lo contrario, es de falta coherencia o incoherencia; Jesucristo les llamó fariseos hipócritas; yo les llamo inauténticos. Lo que la gente espera del otro es que practique lo que predique.

El arte de la incoherencia ha sido practicado desde tiempos inmemoriales, tanto así que hoy en día aún permanece entre nosotros. Tal parece que el individuo que practica este arte se preocupa más por el otro que por sí mismo, pero a base de mentiras. Es decir, le interesa más que el otro haga las cosas bien, más no se anima de hacerlas él. Esto parecería laudable, pero no hay mejor maestro que aquel que predica con el ejemplo. Ser incoherente es, como me decía mi profesora de Historia en 2do de bachiller, hacer algo bueno con las manos y desbaratarlo con los pies.

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